Cuando Kevin y Gwen llegaron en coche a casa de Tom, Tom se levantó y dijo:
—Aquí están. Ahora, tenemos que conservar todos la calma. Hay una forma justa y decente de solucionar esto. Todos somos seres maduros. Podemos arreglarlo todo entre nosotros. No hay ninguna necesidad de llamar a la policía. Anoche, yo quería matar a Kevin. Ahora, sólo quiero ayudarle.
Los seis parientes de Jeanjean y Cathy se quedaron sentados esperando. Sonó el timbre. Tom abrió la puerta.
—Hola, qué hay.
—Hola —dijo Gwen. Kevin no dijo nada.
—Sentaos.
Se Sentaron en el sofá.
—¿Queréis beber algo?
—No —dijo Gwen.
—Whisky con soda —dijo Kevin.
Tom preparó la bebida, se la pasó a Kevin. Kevin se bebió el whisky, buscó en el bolso un cigarrillo.
—Kevin —dijo Tom—, hemos decidido que tienes que ver a un psicólogo.
—¿No a un psiquiatra?
—No, a un psicólogo.
—Está bien.
—Y creemos que tienes que pagar la terapia que puedan necesitar Jeanjean y Cathy.
—Está bien.
—Vamos a mantener esto en secreto, por ti y por las niñas.
—Gracias.
—Kevin, hay sólo una cosa que me gustaría saber. Somos tus amigos. Hace años que lo somos. Sólo una cosa: ¿por qué bebes tanto?
—La verdad, no sé por qué diablos lo hago. Supongo, más que nada, porque me aburro mucho.
Charles Bukowski